Todos sabemos que el mundo del deporte de competición es sacrificado, y requiere mucho más que un entrenamiento constante. Es un modo de vida, algo que marca el día a día del deportista. Toda su rutina son horas que deja de estar con familiares o amigos, para centrarse en su objetivo: ser los mejores y destacar en el mundo deportivo.
El hecho de entrenar de manera ininterrumpida, muchas veces, puede tener consecuencias a nivel físico para el atleta. Dolores musculares, lesiones o traumatismos son a lo que están expuestos desarrollando su actividad.
Cada deporte implica un riesgo de lesión más concreto, dependiendo de la zona del cuerpo con la que se practique. Por ejemplo, un futbolista puede tender más a lesionarse las extremidades inferiores, como los tobillos o las rodillas, o un tenista, la zona de los brazos u hombros.
Fascitis plantar, una dolencia para cualquier deporte
Pero hay una lesión que puede ser común, sea cual sea el deporte que se practique: la fascitis plantar. Se presenta en las plantas de los pies, y es debido al sobreesfuerzo. Es una inflamación también conocida como espolón calcáneo, y causa dolor a la hora de apoyar el pie.
Muchas veces no somos conscientes de la importancia de los pies. Tienen 26 huesos, sin contar la articulación con la pierna (tibia y peroné). Nos dan estabilidad, y soportan todo el peso de nuestro cuerpo. Teniendo esto en cuenta, vale la pena cuidarlos y dedicarles cierto grado de atención.
Entre las principales causas de la fascitis plantar, encontramos:
– Sobrecarga en los pies
– Pies planos
– Sobrepeso
– Correr en superficies duras
– No realizar ejercicios de estiramiento antes comenzar a entrenar
Algunos tratamientos efectivos pueden ser:
– Estiramientos
– Masaje de descarga de los músculos cortos del pie y de toda la planta, con amasamientos nudillares y fricciones cortas longitudinales.
– Poner hielo en la zona afectada
– Reposar lo máximo posible para evitar esfuerzos extras al pie.
– Emplear calzado adecuado, con una buena sujeción y amortiguación.
– Almohadillas y vendajes: las primeras se emplean con el objetivo de amortiguar el impacto al caminar. Los vendajes sujetan el pie, asegurando que se pisa correctamente y que no se realiza ningún movimiento repetitivo que agrave la lesión.
– Dispositivos ortopédicos, como plantillas, taloneras, etc…
– Ultrasonidos-iontoforesis: la aplicación de ultrasonidos, combinada con pequeñas corrientes eléctricas, pueden mejorar el dolor de esta patología.
– Cirugía: en los casos más graves puede ser necesario recurrir a la cirugía. Este procedimiento se requiere en muy pocas ocasiones, y consiste simplemente en desprender la fascia del talón.